El sábado acudí a un concierto en
el centro. Un amigo me pidió que le ayude en la puerta de tal establecimiento,
durante la presentación; así como en la barra, cuando la fiesta empiece y toque
hacer tragos.
Se trataba de un concierto de “metalcore”,
entonces, se deduce; que la población o “target” eran muchachos, en su casi
totalidad menores de veinte años y que cuadran, dentro de lo que se podría esperar
de tal tribu urbana.
Varias veces al estar en la
puerta, los muchachos me preguntaron: Se puede fumar adentro? Otros, muy a la
antigua, cedían el paso a su novia y pagaban la entrada de ambos. Luego, en lo más
intenso del “mosh”, divisé que a la par que se lanzaban golpes y empujones,
miraban por sobre el hombro a ver si no molestaban a las damas, que se
encontraban sentadas en los alrededores del bacanal. Yo estaba atónito.
Al momento de la fiesta, yo
estaba algo nervioso, pensando si podría atender, yo solo, la supuesta cantidad
de pedidos de bebidas espirituosas que una fiesta demanda. Tal sentimiento no duró
mucho, al ver que los muchachos no consumían nada, es más, ni siquiera
bailaban, aunque la música estuviera excelente y el “Dj” pusiera todo de sí
para exacerbar los ánimos.
No sé si siento esperanza en la
juventud, o si el mundo está tan mal que ya no se puede esperar nada de nadie. Ver
un metalero educado me ha dejado pensando en cual pervertido está todo. Hay o
no esperanza en la juventud?