Mientras una mente sea más frágil en su susceptibilidad, más se quejará.
Toda mi vida he visto en diferentes ámbitos de desarrollo este fenómeno. Por diferentes circunstancias, he tenido que verme vinculado con algunas situaciones en donde el trabajo en sí, se desarrolla interactuando con personas de bajo nivel económico, lo cual, por lo general conlleva bajo nivel de coeficiente intelectual -con sus honrosísimas excepciones- que me han llevado a concluir el postulado que encabeza este párrafo.
Por ejemplo, en una agencia de viajes, a la corta edad de 18 añitos, yo veía como miles de personas usufructuaban de una promoción que constaba en viajar a la ciudad de Cartagena, Colombia; a un precio realmente conveniente. La cuestión es que al regreso de los viajantes, se les cuestionaba sobre su experiencia de viaje… craso error. Las quejas eran continuas respecto de las comodidades del hotel. El pobre cristiano encargado de esa labor tenía que receptar las idioteces que la gente le decía y tabular tal información. Un día, en mero aeropuerto me encargaron tal labor. Después de los primeros 20 minutos, perdí la paciencia y dejé de escribir, y en cambio, fui yo el que empezó a preguntar. A cada idiota que había pronunciado una queja sobre el hotel contratado -era un 3 estrellas plus- le pregunté si tenía plena conciencia respecto de que implicaba tal categorización hotelera… ante lo cual, recibí solo silencio como respuesta. Analizando a tales homínidos, se concluía que era la primera vez en la vida que siquiera viajaban al exterior, pero eso si, tenían bien claro sobre que quejarse en base a la experiencia…
Otro hermoso episodio, se dio hace un par de meses, cuando un familiar que trabaja en un hotel “exótico” -dado que está en la selva- organizó unas jornadas de capacitación en construcción de viviendas para los indígenas habitantes de ese remoto paraje. La filosofía de la dirigencia de tal hotel, incluye el capacitar a los lugareños del sitio donde se desarrolla la actividad turística, como medio de crecimiento comunitario. Suelen llamarlo “responsabilidad empresarial”, y es obvio, que tal dirigencia es extranjera…
La cosa es que los cursitos de construcción fueron un total fiasco. A pesar de ser gratuitos, los estudiantes le hallaron miles de fallas, de las cuales la peor -y aquella en la que todos coincidieron- es que la comida la servían solo tres veces al día en un horario al que ellos no estaban habituados...
Y experiencias como esas, puedo relatar unas cuantas docenas. La peor quizá, la que atestigüé en mis tiempos de estudiante de psicología en universidad privada. Un día fui invitado a un congreso en una universidad pública. El contenido del mismo fue realmente interesante, sin embargo, quise matar a todos los autóctonos de aquel establecimiento educativo, cuándo al final, escribieron que la próxima vez que se haga un congreso, el conferenciante no debería ser extranjero, porque tocaba traducir lo que decía…
Es por eso que he llegado a la conclusión, después de tantas experiencias desagradables, que no se le debe dar oportunidad a la gente para que se queje. Con esto no insinúo que hay que ser soberbio y no escuchar con afán constructivo, sino que, se deben desarrollar métodos muy claros para filtrar a la gente cuya opinión sea digna de ser escuchada. ¡No todas las opiniones son válidas!
Ahora ya entenderán porqué a algunos de sus comentarios no los apruebo y no aparecen públicamente…
Los quiero mucho (a algunos de Uds).