Y si las rosas, envidiaran
Seguramente, te aborrecieran
Y lo hicieran, no jugaran;
Por tu contorno escarlata
Por el aroma y la dulzura,
Y cayeran, desnudas
Las ganas, ante tu risa
Y de prisa, concedieran
Admitieran, sin prosa
Lo florecida, lo hermosa
Y seguro, decayeran
Porque, probablemente
Envidiarían, tu capacidad
De permanecer en la mente
Y el corazón, de quien
Como rosa, no se muere
Ni se marchita, ni quiere
El corazón abandonar,
Ni herir, con afilada espina
Como rosa, pudorosa
Pero hiriente, en la mente
De quien, florecido dentro
Halle muy profundo
Justo en su centro,
Rosa de amor florecida,
Capullo imperecedero;
En fuero, en esmero
En hálito de vida
Sin salida, que paciente
Plante rosa roja
En floreciente fuente;
Que deje coja, la mente
Del amante, y el dolor
De sembrar rosas,
Que ojalá no mueran,
En corazón, siempre ajeno
Para que algún día, sereno
Pueda, dejar de envidiarte
El maravilloso arte
Con que floreces absoluta
En cada forma de amarte.